Chanito Isidrón

Camilo y Estrella o Amores montaraces, novela en décimas de Chanito Isidrón

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CAMILO Y ESTRELLA O AMORES MONTARACES

1
Un campo maravilloso,
lindo sol que reverbera,
sublime brisa campera,
cielo azul y suelo hermoso.
Un valle verde y gracioso,
una montaña intrincada,
una límpida cañada
y una espléndida vivienda,
todo eso es la gran hacienda
de don Patricio Moncada.

11
Tiene el viejo don Patricio
una posición que encanta,
lugar donde se levanta
un señorial edificio.
Enemigo del bullicio
emigró de la ciudad,
y en aquella soledad
cómodamente instalado
cuidaba de su ganado
y de su gran heredad.

21
A pesar de poseer
un Packard negro, cerrado,
montar su potro dorado
constituye su placer,
en el que suele correr
detrás de la vaquería.
Y su señora María
arrogante lo requiere
al ver que su esposo quiere
ser un joven todavía.

31
Con tres o cuatro peones
y competentes monteros
revuelve de los potreros
los más remotos rincones.
Inspecciona los cuartones
donde está la novillada,
y por la fértil aguada
cautelosamente pasa
hasta volver a su casa,
que es de todos respetada.

41
Como que aquel edificio
domina desde una loma,
doña María se asoma
esperando a don Patricio.
Y bajo un cedro novicio
espera impaciente Estrella,
única hija de aquella
unión firme y hacendosa;
ella, joven virtuosa
y exquisitamente bella.

51
Por el lado de la hermosa
pasan algunos peones
sintiendo en sus corazones
amor, o no sé qué cosa.
Pero Camilo Espinosa,
que es uno de los monteros,
se demora en los potreros
atracando a unos novillos,
remendando los portillos
y curando unos terneros.

61
Don Patricio a la carrera
llega a su hogar, se desmonta,
y con actitud muy pronta
abraza a su compañera.
Estrellita sola espera
con cierta preocupación,
desde el cedro atención
pone el padre que ha llegado,
y con gesto delicado
le pide la bendición.

71
Don Patricio, de seguida
entra, como de costumbre,
y a su voz la servidumbre
muestra la mesa surtida.
Toda la gente reunida
se sienta para almorzar,
y ya casi al comenzar
Moncada dice intranquilo:
«Esperemos por Camilo,
que debe estar al llegar.»

81
Camilo, que terminó
la tarea encomendada,
a la casa de Moncada
contento se dirigió.
En el camino cortó
una flor fragante y bella,
siguió, y al hallar a Estrella
bajo el cedro todavía,
se le dio porque traía
dicho obsequio para ella.

91
Y al entregarle la flor
sonriente y satisfecho,
sintió calor en su pecho
y en su corazón amor.
Pero desde el comedor
salió el viejo y gritó así:
«Camilo, llega hasta aquí
a ver si al fin almorzamos,
que sin almorzar estamos
y esperábamos por ti.»

101
Camilo pone su moro
enfrente del comedor,
y Estrella guarda la flor
dentro de un cofre de oro.
Él entra, uniéndose al coro,
y comienzan a almorzar
no sin antes comentar
en un tono muy mesurado
que falta mucho ganado
todavía por trancar.

111
«A la una, tú te vas
—le dice entonces Moncada—
y llevas la novillada
a los cuartones de atrás.
Ve con Juan, y Nicolás
que vaya y le diga a Prado
que asegure a su ganado
—si es que no la va a vender—
porque me van a poner
las cercas en mal estado.»

121
Así lento trascurrió
el día en su desencanto,
hasta que el oscuro manto
de la noche lo envolvió.
Camilo se recogió
—no porque el sueño descuella—,
pues le fue la noche aquella
de dudas torturadoras
y se pasó muchas horas
delirando por Estrella.

131
Las tres de la madrugada
toca un cronómetro viejo,
y él se tira, con despejo,
sin haber dormido nada.
En la cocina, Moncada
habla con doña María
y le dice: «Todavía
Nicolás está dormido
y ni Juan ni Tito han ido
a ordeñar la vaquería.»

141
«Felices, doña María,
igual a usted, don Patricio»
—les dice, pasando el quicio,
Camilo, por cortesía—.
«¡Recoge la vaquería
Para el ordeño adecuado!»,
le dice muy sosegado
el señor dueño a Camilo,
y este sale con sigilo
para cumplir lo mandado.

151
Se interna por los breñales
recolectando el ganado
y canta sugestionado
décimas sentimentales
.
Argumentos pasionales
que en uno de ellos decía:
Cuándo se llegará al día
que tanto mi alma desea
que a mi derecha te vea
y pueda nombrarte mía.

161
Ilusión, dulce ilusión
—sigue Camilo diciendo—,
por amor está sufriendo
torturas mi corazón.
El tedio y la confusión
me abaten constantemente
y pido al Omnipotente,
mi Diosa, que pueda hablarte
para entonces declararte
todo lo que mi alma siente.

171
Sin embargo, aquel sensible
montero que así cantaba,
reconocía que estaba
prendado de lo imposible.
Por eso, más apacible
siguió buscando el ganado,
aunque bastante afectado
porque a solas presentía
que suyo nunca sería
aquello que había soñado.

181
Moncada en conversación
en la mesa dijo un día
que para Estrella quería
un hombre de «posición».
Jamás a un pobre peón
extraviado y sin un kilo.
Y en los ojos de Camilo
dos lágrimas desprendidas
corrieron despavoridas
como las aguas del Nilo.

191
Y aquella conversación
fue la que tuvo a Camilo
constantemente intranquilo
sin remedio a su aflicción.
Mejorar su situación
era lo que pretendía
procurando ver si un día
con Estrella se casaba,
por eso a veces compraba
billetes de Lotería.

201
Y en esa meditación
horrible, como ninguna
recogía una por una
las vacas de aquel cuartón.
Y dado a la ocupación
de ordeñar aquel ganado
llegó Moncada apurado
y dijo: «Al aclarar
empiézate a preparar,
que tienes que ir al poblado.

211
»El bayo de Nicolás,
que está en el rincón aquel,
lo ensillas, montas en él
y llévate otro detrás.
Hasta el pueblo llegarás
Y en el barrio Julio Mella
procura al doctor Arniella,
abogado de renombre,
que vendrá acá ese buen hombre,
ya que es el novio de Estrella.»

221
Camilo llegó al poblado
y tanto y tanto indagó
hasta que al fin encontró
la casa del abogado.
Le da el aviso al criado
y este, muy discreto, llama
por el doctor, en su cama
se despierta sonriendo
y sale al portal luciendo
un elegante pijama.

231
Saluda al joven montero
y Camilo cortésmente
le contesta sonriente
quitándose su sombrero.
Y le dice: «Caballero,
por mandatos de Moncada
le traje bestia equipada
para que vaya a su hogar
en cuyo bello lugar
es su vista esperada.»

241
«Muy bien. Espere un momento
que yo tome el desayuno»,
y al humillado montuno
le dio en el portal asiento.
Fingiendo hallarse contento
Camilo meció el sillón
y en esto salió Marión,
hermana carnal de Arniella,
y aquel montero con ella
entabló conversación.

251
Marión pregunta a Camilo
—con visos de vanidad—
si en aquella soledad
podía vivir tranquilo.
Y con delicado estilo
Camilo le contestó.
«A mí no me apena, no,
porque mi difunto padre
desde que faltó mi madre
al campo me dedicó.

261
»Huerfanito me quedé
en casa de don Patricio,
y anhelando algún oficio
al campo me dediqué.
Y hoy soy dichoso, porque
la campiña me entretiene
y aunque yo si a mano viene
soporte mis aflicciones,
pero que preocupaciones
hoy todo el mundo las tiene.»

271
Echóse a reír Marión,
y ahogando triste suspiro
calló, porque aquel guajiro
le inspiraba compasión.
Y buscando variación
para la entrevista aquella
habló con calor de Estrella
afirmando con bondad
los vínculos de amistad
entre los Moncada y ella.

281
Salió el joven abogado
con sus guantes y su fuete
y como un hábil jinete
subió al caballo dorado.
Camilo determinado
imitó la misma acción
llevando en su corazón
como indisoluble huella
una mirada de Estrella
junto al adiós de Marión.

291
Y a medida que tomaron
el camino orientador,
el montero y el doctor
a la charla se entregaron.
Primeramente trataron
algo de la vaquería,
la finca y la serventía
que cruza la tierra aquella,
y después mencionó Arniella
la mujer a quien quería.

301
El doctor dijo impaciente:
«Por Estrella amo es coto,
pero hace tiempo la noto
distraída y displicente.»
Y Camilo, muy prudente,
contestó: «Mire, doctor,
Estrellita en su interior
tiene un pebetero intacto
donde se impregna el extracto
del incienso de su amor.»

311
El abogado miró
de una manera indecisa
y en su boca una sonrisa,
forzada, se dibujó.
Se repuso y agregó:
«La quiero con ansias tales
que de aquellos arrabales
pienso sacarla enseguida
porque allí pasa su vida
entre yerbas y animales.»

321
Y tras del serio prejuicio
a las bestias excitaron
y al poco rato llegaron
al hogar de don Patricio.
Incomparable bullicio
en el portal se produjo.
El doctor salta con lujo
ante un perro que les ladra,
y Camilo hasta la cuadra
los dos caballos condujo.

331
«Muchacho, cómo has saltado»,
le grita doña María,
y con profunda alegría
abraza a recién llagado.
Él, un tanto contrariado,
pregunta por Estrellita;
la madre a salir la invita
y ella dice en buen lenguaje:
«Me estoy cambiando de traje,
Dígale que voy ahorita.»

341
Empiezan a conversar
Arniella y doña María
en torno a la vaquería
y a las plantas sin podar.
Y ya después de tratar
sin límites del ambiente
sale Estrella, indiferente
en su traje de arrebol,
con la brillantez del sol
que nos regala el oriente.

351
El doctor deja su asiento
para saludar a Estrella
y comprende que hay en ella
un frío retraimiento.
Pero sin perder su aliento
sale a tenderle sus brazos
y ella, entre encajes y lazos,
le da la mano con calma
como si viera su alma
cayéndosele a pedazos.

361
Arniella toma por fin
de la mano a su adorada
y van hasta la enramada
que da sombra en el jardín.
Ella le obsequia un jazmín,
y él, aspirando su olor
suave y embalsamador
que da el jazmín perfumado
se aprieta más de su lado
y le conversa de amor.

371
Llega Moncada; al momento
lo siente llegar Estrella,
y con el doctor Arniella
se amplía el recibimiento.
«Al fin, en nuestro aposento»,
le dice el viejo al doctor.
«En su casa, sí señor,
donde tan dichoso vive,
trabaja, piensa y recibe
el aire saturador

381
Aquella noche, en la casa
familiar de don Patricio
en animado bullicio
toda la gente se pasa.
Una lechona se asa,
se coce un arroz con pollo,
y en el franco desarrollo
de la parranda estupenda
un poeta de la hacienda
ofrece un punto criollo.

391
Y como que en la reunión
no hay más muchachas que ella
el poeta para Estrella
hace una composición.
Celebra su perfección,
su fino porte y su estilo
como una Venus de Milo,
Cleopatra, Aspasia o Helena,
y al fin de esa cantinela
empieza a cantar Camilo.

401
Camilo tiene amarrado
junto a su cuello un pañuelo,
y el aceite de su pelo
le da un brillo exagerado.
Arroja el sombrero a un lado,
se afloja la guayabera,
tose, como si quisiera
deshacerse de la murria,
y al compás de la bandurria
se expresa de esta manera.

411
Oh maldita sociedad
con tu repetido nombre,
cómo te burlas del hombre
que vive en la soledad.
Fantasma de la maldad,
vestigio torturador,
hado travieso y traidor,
mano dura y homicida,
cómo marchitas mi vida
y te burlas de mi amor.

421
Desgracia es haber nacido
sin esperanza ninguna
y sin bienes de fortuna
vivir lo que yo he vivido.
Sufrir como yo he sufrido
por un ángel bienhechor
y contemplar mi labor
como perdido tesoro
porque viene a ser el oro
obstáculo de mi amor.

431
Todos los trabajadores
a Camilo celebraron
Y juntos le tributaron
aplausos atronadores.
Y ligada a los rumores
de la clase popular
salió Estrella, sin mostrar
su pena, callada y fiera
para que nadie la viera
amargamente llorar.

441
Arniella no se dio cuenta
exacta del incidente,
y Estrellita nuevamente
en la sala se presenta.
En su rostro no aparenta
amargura ni sufrir,
y después de recibir
de todos la admiración
se termina la reunión
y se recoge a dormir.

451
Aquella noche la luna,
sugestiva y caprichosa,
dibujaba en cada rosa
su faz, sin mancha alguna.
Y siendo como la una
surge por la casa aquella
un hombre que se descuella
muy junto a la celosía,
y es Camilo que tenía
una cita con Estrella.

461
¿Pero cómo pudo ser
esa cita concertada?
Cuando él no le dijo nada
ni apenas la pudo ver.
Es que Estrella, al no poder
conversar con él siquiera,
procuró de esa manera
ver su enigma despejado
y le trasmitió el recado
con Pepa la cocinera.

471
Camilo lanza un silbido
—que es la consigna de Estrella—,
y cuyo rumor por ella
es perfectamente oído.
Con un ligero vestido
sala hasta el jardín la diosa,
y con la voz temblorosa
le dice, queda y aparte:
«Te cité para confiarte
una misión peligrosa.

481
»Yo sé que sufres por mí
una pasión desmedida
y también se va mi vida
languideciendo por ti.
Cuando cantas por ahí
tu más sana aspiración,
me golpea tu razón
como duros latigazos
y parece que a pedazos
se me escapa el corazón.

491
»Camilo, soy prisionera
por ajena voluntad,
porque ni la libertad
del amor tengo siquiera.»
Y ante su voz lastimera
Camilo le dijo así:
«Oh, ya me tienes aquí,
para liberarte vengo,
y exígeme lo que tengo,
Estrella, que hacer por ti.»

501
«Si estás dispuesto por mí
a sacrificar tu suerte,
lo que quiero agradecerte
es que me saques de aquí.
Porque de seguir así
en la tristeza sumida
veré mi fresca y florida
juventud palidecer
como la que viene a ser
presa de la propia vida.»

511
«Estrella, yo estoy dispuesto
a curar tu padecer
si conlleva no ofender
a don Patricio por esto.
Quiero cortar con un gesto
lo que amengua tu alegría,
pero hay que esperar un día
que no provoque algún llanto
para que no sufran tanto
tu padre y doña María.

521
»Tú sabes que don Patricio
te quiere entrañablemente
y que un golpe contundente
le haría perder el juicio.
Imagínate el perjuicio
para un padre, que es buen hombre,
provocarlo, que se asombre
entre odios y entre agravios
hasta brotar de sus labios
la maldición de mi nombre.»

531
Con la hacienda el vecindario
entre el silencio dormía,
y Estrellita suyo hacía
el consejo extraordinario.
Como cuentas de un rosario
sus lágrimas en el suelo
formaban fértil arroyuelo
y Camilo, consecuente,
sobre aquel rostro inocente
empapaba su pañuelo.

541
«No llores, niña querida,
y resígnate a esperar
a ver si puedo cambiar
el futuro de tu vida.»
Y ya más restablecida
Estrella le contestó:
«Yo no puedo seguir…, no,
sufriendo la opresión fuerte
ni conforme con la suerte
que el mundo me deparó.

551
»Camilo, mi amor, te ruego
que destruyas la cadena
que tan férrea me condena
a llegar adonde llego.
Reacuérdate que reniego,
con razón, del hado cruel
que en agitado tropel
me obliga a que me descombre
fingiéndole amor a un hombre
que nunca soñé con él.»

561
Así dijo… Y al estilo
de guajirita cubana
juntó su boca de grana
a la boca de Camilo.
Y ya casi…, casi al filo
auroral del nuevo día,
se agitó la sitiería
con los gallos que cantaban
y los amantes estaban
abrazados todavía.

571
Ya Moncada en su trajín
en la cocina se hallaba,
pero ni se imaginaba
a su hija en el jardín.
Entra en su cuarto, por fin,
Estrella para acostarse
y Camilo a presentarse
a su jefe inconsecuente
simulando, seriamente
que acaba de levantarse.

581
Pasa por el comedor
—sin que el sueño se lo prive—,
y en la cocina recibe
órdenes del superior.
Su cotidiana labor
comienza con mano experta;
a la vaquería alerta
para un rápido reparto,
y como a las nueve y cuarto
Estrellita se despierta.

591
Moncada indiscretamente
le dice a doña María:
«Ya se está llegando el día
que Estrella ni lo presiente,
pues a fines del presente
mes me tienen avisado
que llevemos al poblado
con todo lo suyo a Estrella,
que se casará con ella
nuestro amigo, el abogado.

601
»Para siempre se unirán
los muchachos ese día
y con mayor garantía
mis negocios marcharán.
Los colindantes tendrán
que respetar mi cercado,
y quizás algún ganado
ajeno rescataremos,
porque ya entonces tendremos
en la casa a un abogado.

611
»Yo sé bien que para Estrella
no es grato el “abogadito”;
pero es que yo necesito
matrimoniarlo con ella.
Teniendo al doctor Arniella
mejora mi situación.
Ya verás la posición
que nos iremos ganando…»
Y Estrella estaba escuchando
toda la conversación.

621
Muy triste se levantó
y dándose maquillaje
estaba cuando de viaje
un mensajero llegó.
Impaciente preguntó
por la señorita Estrella
y conducido ante ella
le entregó con mano fría
un sobre que remitía
Marión, la hermana de Arniella.

631
Marión, confidencialmente
a Estrellita, le decía
cómo su hermano aquel día
pecó de forma indolente.
Y agregaba: «Ten presente
que mi buen hermano, Estrella,
ha raptado a una doncella
que lo acompañó a un convite,
pero mi padre no admite
el matrimonio con ella.

641
Tú perdona la locura
cometida por mi hermano,
hoy víctima del malsano
destino que lo tritura.
Pero arrepentido jura
que aunque el mal paso fue así,
muy pronto irá por ahí
para darte explicaciones
por las buenas intenciones
que aún abriga por ti.»

651
Estrella exclamó…: «Mejor.»
Y tiró la carta abierta
porque ya encontraba puerta
de salida a su dolor.
Y llamando a su señor
padre, que ahora había llegado,
le dijo: «Padre estimado,
según me cuenta Marión,
todo el sol de tu ilusión
en un día se ha eclipsado.»

661
«¿De qué sol hablas, Estrella,
que dices que se ha eclipsado?»
«Hablo del paso mal dado
por mi exprometido Arniella.
Repasa la carta aquella
enviada por Marión
donde con su explicación
me hace saber que su hermano
ha caído en el pantano
hondo de la corrupción.

671
»En el pueblo ha seducido
a cierta mujer incauta
y ya eso altera la pauta
del juramento ofrecido.
Ya su hermano ha prometido
que dejará a esa mujer
enseguida, para ser
mi esposo y vivir por mí,
pero que no vuelva aquí,
que no lo quiero ni ver.»

681
De dolor y de agonía
movió la boca Moncada
tragándose la mascada
del tabaco que traía.
Y le dijo: «Niña mía,
yo soñaba de que aquel
sería tu esposo fiel,
pero al conducirse así
que no venga más aquí
y el diablo cargue con él.

691
»Ahora… te voy a decir
que en ese mismo poblado
hay otro buen abogado
que te podía convenir.»
Y Estrella sin recubrir
a gastados pormenores
le dijo: «No más doctores,
pensemos en ganaderos,
en peones o monteros
que sean trabajadores.»

701
«Pero es posible, hija mía,
que ensombrezcas tu sendero.
¿De qué apuros un montero
mañana te sacaría?
Yo no te permitiría
que manches nuestro pasado
ni puede ser aceptado
que te vayas a casar
con quien quiera disfrutar
de lo que yo tengo ahorrado.»

711
«Padre, te pido perdón
por lo mucho que te quiero,
pero sabrás que un montero
hoy vive en mi corazón.
Un joven de condición,
trabajador y entusiasta
que si gasta, sólo gasta
lo que su labor le enseña
y con lo nuestro no sueña
porque lo suyo le basta.»

721
«¿Pero quién es el montero?
Dilo Estrella…, pronto dilo.»
«Ese joven es Camilo,
mi futuro compañero.
Es el joven a quien yo quiero
con firmeza y con vehemencia
y si por tu resistencia
tú lo alejas de mi lado
hazte el cargo que has tronchado
sin compasión mi existencia.

731
Con la blasfemia en la boca
gritó nervioso Moncada:
«Muchacha desordenada,
¿acaso te has vuelto loca?
Se ve que tienes muy poca
experiencia. Eso es lo cierto
formalizar un concierto
de amor que no te conviene
con un joven que no tiene
ni donde caerse muerto.»

741
«Basta, padre, de ambición
nunca he soñado riqueza
lo que yo quiero es pureza
hallar en un corazón.
Cariño, buena intención
Y más sanos adelantos,
porque aborrezco a los tantos
que en la carrera del mal
amasan un capital
con sangre, odios y llantos.»

751
Así dijo y vio llegar
a Camilo, su tesoro
cabalgando sobre el moro
en rítmico galopar.
Y Moncada, sin cambiar
su gesto contradictorio,
con nerviosismo notorio
a Camilo le gritó:
«Ya su labor terminó,
pase por el escritorio.»

761
Camilo, como en sueño
el mandato obedeció
y serio se presentó
en la oficina del dueño,
el cual apretando el ceño
dos mil insultos le lanza
y le agrega… «Sin tardanza
se va, no lo quiero ver,
que ya usted dejó de ser
el hombre de mi confianza.

771
»No faltara más que tenga
en mi casa un empleado
de mi hija enamorado
y sin que a mí me convenga.
Le ruego que más no venga
aquí por la finca mía,
váyase a la serranía,
que fue su cuna hasta ayer
y búsquese una mujer
de su igual categoría.»

781
Camilo palideció
y fijando la mirada
al caballero Moncada
de esta manera le habló:
«El culpable he sido yo
o mi destino maltrecho,
pero sufriré derecho
la carga de los reveses,
y gracias le doy mil veces
por todo el bien que me ha hecho.

791
»Yo comprendo que soy pobre
para mezclar el destino
de un corazón de platino
al mío de plomo y cobre.
Pero quiero que le sobre
la seguridad, Moncada,
que a esa hija idolatrada
que vierte el llanto más fiero
con toda el alma la quiero
sin perjudicarla en nada.»

801
Moncada, meditativo
ni siquiera se movía,
quizás porque no tenía
justificado motivo.
Y Camilo con el vivo
principio de su decencia
se encamino con prudencia
—acallando el atropello—
a recoger todo aquello
que era de su pertenencia.

811
Empaquetó con cuidado
las ropas y los zapatos,
las cartas y los retratos
que Estrellita le había dado.
Y con el bulto a un costado
salió de aquella mansión,
sin odio en el corazón,
pero con pena compleja
como el que se marcha y deja
atrás toda su ilusión.

821
Estrella, triste y llorosa
vio perderse a su Camilo
sintiendo en el pecho el filo
de una daga poderosa.
Entonces sacó la rosa
que le dio Camilo un día
y en lacerante agonía
le dio un beso apasionado
a la flor, por su adorado
que nunca jamás vería.

831
Pasó en silencio el invierno,
asomó la primavera
y la belleza campera
palpó su dolor eterno.
Funcionarios del gobierno
la asediaron por amor,
y ella con igual valor
rápido los desechaba,
porque Camilo vibraba
vivo y sano en su interior.

841
Pero así se fue cruzando
el tiempo cruel y ligero
y al desdichado montero
Estrellita recordando.
A Moncada trajinando
lo atacó la hidropesía;
cayó grave y murió un día
el anciano don Patricio
y para mayor perjuicio
falleció doña María.

851
Tanto dolor indecible
fue el vía crucis de Estrella
y la situación aquella
le hizo la vida imposible.
El dinero disponible
de algunos Bancos sacó;
un encargado nombró
para su feudo heredado
y una casa en El Vedado
de La Habana fabricó.

861
Con Pepa la cocinera,
la criada y un chofer
salía a veces a ver
a la capital por fuera.
Su máquina de primera
sobre el asfalto corría
y cuando le parecía
a su casa regresaba
pensativa se acostaba
y el pasado rehacía.

871
Y una tarde al repasar
un libro de chascarrillos
sintió que algunos chiquillos
reían frente a su hogar.
Mandó al chofer a indagar
la causa de aquella guasa
y él contestó: «Lo que pasa
es que el barrio se entretiene
con un mendigo que viene
cantando de casa en casa.»

881
A ese tiempo el cantarín
escuálido y harapiento
hizo vibrar su instrumento
en la puerta del jardín.
El chofer quiso por fin
sacarlo por una mano
pero Estrella, en mejor plano,
dijo con frase elegante:
«No le prohíbas que cante
si canta punto cubano.»

891
Unas monedas sacó
de su perfumado abrigo
y en las manos del mendigo
con gusto las colocó.
El cantor de nuevo hirió
las cuerdas de su instrumento
prorrumpiendo de momento
con voz vibrante y lozana
y esta décima cubana
fue su siguiente argumento:

901
Oh maldita sociedad,
con tu repetido nombre
cómo te burlas del hombre
que vive en la soledad.
Fantasma de la maldad,
vestigio torturador
hado dañino y traidor
mano dura y homicida
cómo marchitas mi vida
y te burlas de mi amor.

911
Estrella mostró enseguida
el asombro en el semblante
porque la voz del cantante
no le era desconocida.
Y con la razón perdida
y el corazón consternado,
situándose bien al lado
del trovador de la historia
volvieron a su memoria
los recuerdos del pasado.

921
El cantor era Camilo
que una tumba de abrojos
a más de perder los ojos
la vida tuvo en un hilo.
Pasó un tiempo en un asilo,
pero triste y macilento
de aquel establecimiento
salió el pobre consternado
con los chicos al Vedado
a cantar por el sustento.

931
«Camilo, mi viejo amor»,
gritó sollozando Estrella,
y Camilo, junto a ella,
también lloró de dolor.
«Estrellita, linda flor,
pedazo del alma mía,
qué fuerza me impulsaría
hasta tu lado, mujer,
pero sin poderte ver
igual que el último día.

941
»Ya me ves, mi bien, así,
los abrojos deshicieron
mis dos ojos que supieron
sólo mirar para ti.
Muchas lágrimas vertí
en casa del oculista
sin una mano altruista,
sin un ángel protector,
sin dinero, sin tu amor,
ya casi viejo y sin vista.»

951
Estrella puso su frente
sobre Camilo, inclinada,
y hasta la misma criada
lloró inconsolablemente.
Fue un momento deprimente
cuando Camilo, por fin,
exclamaba en su trajín:
«Cuánto me ha pesado, Estrella,
no haberte llevado aquella
madrugada del jardín.»

961
Y Estrella, más expresiva,
le dijo: «Vive tranquilo
que yo te querré, Camilo,
mientras en el mundo viva.
Y si me muero, allá arriba
no habrá fuerza que destruya
ni pena que destituya
tu amor de mi corazón,
y hasta en la reencarnación
seré solamente tuya.»

971
Y Camilo con prudencia
contestó: «Yo no me presto
a serle fardo molesto
al curso de tu existencia.
Yo te quiero con vehemencia,
con todo mi corazón,
con verdadera ilusión
y las mejores ideas,
pero no admito que seas
víctima de mi pasión.

981
»Yo quisiera estar contigo
—con la que tanto he soñado—,
pero ciego y agobiado
¿que resolverás conmigo?
Mejor que venga a tu abrigo
quien tu placer constituya
que un paraíso construya
en donde feliz vivir
y tú te puedas sentir
orgullosa de ser tuya.

991
»Déjame de peregrino
la caridad implorar,
que no quiero quebrantar
las leyes de mi destino.
No me apartes del camino
complicado de la suerte
y búscate a un joven fuerte
con el que feliz serás,
no yo, que no tengo más
que miserias que ofrecerte.»

1001
Estrella se desmayó
en brazos de su criada
y al mirar, ya reanimada,
a Camilo no encontró,
el cual desapareció
con ligereza inaudita.
a sufrir su amarga cuita
mucho mejor como errante
antes que ser el causante
del fracaso de Estrellita.

1011
Y abandonando los suelos
polícromos de El Vedado
embarcó y llegó al Condado,
la cuna de sus abuelos.
Los viejos y los chicuelos
al ver al mendigo errante
se le pusieron delante
y le dijeron así:
«Llega, que tienes aquí
una noticia importante.»

1021
Tu primo Juan Espinosa
murió el domingo pasado
y sin testar ha dejado
una fortuna cuantiosa.
Las Sierras de Vista Hermosa,
la finca del Sabicú,
los potreros del Sijú,
el ingenio Santa Irene
y se dice que no tiene
otro heredero que tú.»

1031
«No me asusten, caballeros,
con ese cordial reclamo
que yo no me sueño amo
de ingenios ni de potreros.»
Hubo asombro. Y los voceros
con muy buena voluntad,
reverencia y seriedad
lo llevaron a un notario
que llenando un formulario
le confirmó la verdad.

1041
Camilo en esa semana
no durmió lo suficiente
al volverse hombre solvente
de la noche a la mañana.
Una gran casa cubana
hizo en la finca primera
y planeó una carretera
con el mejor contratista
y no quedó un oculista
en Cuba que no lo viera.

1051
De Cuba fue a la Argentina
fue a Francia, fue a Gran Bretaña
a Italia, después fue a España
y en Berlín gastó una «mina».
Por último en la Gran China
lo vio el doctor Fu Man Chen
del hospital Sun Yat Sen
quien con un cristal al rojo
le devolvió vista a un ojo
al extremo de ver bien.

1061
Estrella constantemente
se vio en la casa sufriendo,
casi a diario recibiendo
amenazas de un pariente.
Otro rico intransigente
—primo hermano de la madre—,
un acreedor y un compadre
se ligaron con Arniella,
para despojar a Estrella
de la herencia de su padre.

1071
Y tantas cosas tramaron
contra la sufrida Estrella
que los parientes y Arniella
en la calle la dejaron.
Las leyes no respetaron
las escrituras siquiera
y lograron la manera
de ver a la joven chica
descender de joven rica
a un puesto de cocinera.

1081
A trabajar se entregó
Estrellita en El Vedado
ocultando su pasado,
que a nadie se lo contó.
Sus dolores silenció
fuertemente decidida
a sufrir la sacudida
del destino y sus conceptos,
víctima de los preceptos
del Tribunal de la vida.

1091
Camilo ya de regreso
llegó del Lejano Oriente
y estaba precisamente
ignorante del suceso.
Contento, rosado y grueso
desembarcó de aquel viaje;
le dio a un chofer su equipaje,
sonrió con regocijo
y distraído le dijo:
«Lléveme al Hotel Pasaje.»

1101
«¿Viene usted a conocer
a nuestro país, hermano?»
«Lo conozco…, soy cubano
nativo en todo mi ser.»
Pero entonces el chofer
después de mucho mirar
a Camilo… y meditar,
dijo en palabras corteses:
«Yo a usted lo he visto otras veces,
pero no sé en que lugar.»

1111
Camilo muy reposado
entró en consideraciones
y ciertas explicaciones
le ofreció de su pasado.
El chofer, sobresaltado,
y nervioso, sonreía
y hablando más todavía
lo pudo reconocer
puesto que él era el chofer
que antes Estrella tenía.

1121
El chofer, noble y cordial,
le habló de la época aquella
y la situación de Estrella
fue su tema principal.
«La dejaron sin un real
—exclama con buen juicio—;
¿y qué haría don Patricio,
señor, si resucitara
y a su hija la encontrara
al borde del precipicio?»

1131
«¿Pero bueno, en qué lugar
está Estrella trabajando?»,
pregunta disimulando
Camilo su malestar.
«Yo no le puedo explicar
—triste el chofer le responde—;
y me han dicho que se esconde
cuando sale a cualquier lado
y trabaja en El Vedado,
pero nadie sabe dónde.

1141
Llegan por fin al Pasaje;
Camilo pide su cuarto,
y el chofer hace el reparto
de su pesado equipaje.
Camilo cambia de traje,
come y, pensando en Estrella,
recorre la noche aquella
por las calles de El Vedado
con ese predestinado
instinto de dar con ella.

1151
Entró serio y fatigado
a una bodega que había
al instante en que pedía
una joven un mandado.
Bien vestido y rasurado,
con gafas y con bastón,
daba bien la sensación
de ser un hombre importante,
y a la joven elegante
le rogó la información

1161
«Perdóneme, señorita,
¿sabrá usted dónde pudiera
dar con una cocinera
que la llaman Estrellita?
Joven bastante bonita,
de cuerpo fresco y juncal,
que una propiedad rural
de sus padres heredó
y un grupo infame privó
de todo su capital.»

1171
«Camilo…, yo misma soy,
y tú estás desconocido.
¿Qué mano te ha conducido
hasta el lugar donde estoy?
Un presentimiento hoy
tuve en el amanecer,
que estaba punto a caer
en una cama sombría
y que sola moriría
sin jamás volverte a ver.»

1181
Esto dijo… y sollozó
—como en cadena expiatoria—
y toda su triste historia
a Camilo le contó.
Él también se impresionó
y escuchando cabizbajo
le explicó que el plan que trajo
en práctica lo pondría.
Y Estrellita al otro día
se despidió del trabajo

1191
Un mes después, la pareja
animada concurría
a unirse en la Notaría
del doctor Pascual Calleja.
Por la ventana y la reja
se asomaban los amigos;
entraba por los postigos
la brisa acariciadora,
y el chofer y su señora
firmaban como testigos.

1201
Ciñe el notario los lazos
de un amor fuerte y viril
y del Código Civil
les recuerda unos pedazos.
Estrella mira los trazos
multicolores del cielo
y cambia su oscuro velo
de dolor por alegría,
contenta, porque veía
hecho realidad su anhelo.

1211
Calleja la tarde aquella
pasó un exhorto dispuesto
para exigir el arresto
del doctor Cesar Arniella.
Aceptada la querella
fue por nuestro Tribunal
solicitando el fiscal
distintas penalidades
por robos y falsedades
en documento oficial.

1221
Para presidio fue Arniella
como el autor material
y a su propiedad rural
fueron Camilo y Estrella.
Donde hay una casa bella,
un valle verde y grandioso,
un paisaje primoroso,
lindo sol que reverbera
sublime brisa campera,
cielo azul y suelo hermoso.